Cada proyecto es único y por ende antes que nada requiere determinar un plan de acción creativo, enfocado en una metodología, objetivos y necesidades particulares.
En esta etapa buscamos obtener información a través de diferentes métodos (escucha activa, observación directa, entrevistas, entre otros) que nos ayuden descubrir los requerimientos e insight claves, definir el concepto de diseño y comenzar a esbozar las primeras ideas.
Esta parte del proceso es una de mis favoritas porque tiene dos ingredientes claves, el modelado manual y digital.
El primer ingrediente, nos ayuda a aterrizar las ideas, a hacernos cuestionamientos sobre aspectos ergonómicos, funcionales y/o estéticos, junto al tomar las decisiones que consideramos serán las más adecuadas para el desarrollo del proyecto.
El segundo ingrediente, transmite seguridad y confianza, pues permite visualizar y hacer precisos en cada uno de los componentes del diseño antes de pasar a la creación.
La última etapa del proceso es la creación, consiste en construir y hacer tangibles las ideas a través de un prototipo físico haciendo uso de procesos y herramientas de fabricación digital.
Sirve para obtener de formar rápida un acercamiento al producto final con el fin de comprobar su uso en contexto, obtener retroalimentación efectiva y evaluar el impacto con los usuarios o clientes reales.